El 29 de octubre del año 1859, el temido señor de «Las Salinas Grandes», Cacique Calfucurá, con dos mil de sus indios estaba dispuesto a entrar al saqueo de «Mulitas», como así también en busca de venganza ya que odiaba al comerciante Juan Basabe, porque en su negocio se había dado muerte a uno de sus más apreciados amigos.
Inmediatamente el padre Bibolini salió al encuentro del feroz cacique, y tras un largo trayecto, en su magnífico corcel llegó al lugar denominado «Médano Partido» (de Galíndez) y allí lo entrevistó.
Con gran temple, el sacerdote pidió por las vidas y las haciendas de los habitantes. A cambio les ofreció víveres, dinero y regalos. Fue así que merced a la tenaz desición de Bibolini, el Cacique desistió de la macabra idea y al final entró pacíficamente al pueblo. Junto al mismo Bibolini, y ante la mirada de asombro de los pobladores que en principio no daban crédito a lo que estaban viendo, o más precisamente que se trataba de un milagro.
Es así, que la indiada se diseminó tranquilamente por la población pidiendo «Cofque» (galleta-pan); «Yergué» (yerba), «Petrén» (tabaco) y «Pulcuí» (aguardiente).
Calfucurá, con su cortejo de tres de sus damas de y sus capitanejos, se hospedó en la casa de Bibolini. Allí le fueron servidos chocolate, cominillo y tortas fritas.
El padre Bibolini, desarrolló durante muchos años una obra cristiana muy meritoria. Cuyas obras le granjeó la veneración y le valió la gratitud y la consagración de la posteridad. Con su labor de carácter religiosa añadió su constante preocupación por ayudar y socorrer en todos los órdenes a los pobladores. Además de eso, les infundió ánimos en los momentos de frecuentes peligros. Los apoyós en sus necesidades espirituales y también aliviando sus males físicos. Basandose en sus conocimientos de medicina le permiteron curar muchas enfermedades, y atender ciertas heridas.
Las crónicas de la época destacan también la actuación del padre Bibolini durante la epidemia del cólera en 1989. Con sus pocos recursos, ayudó a los vecinos más indigentes.
El 24 de mayo de 1907, falleció a los 93 años y en la mayor miseria el esforzado sacerdote. Por lo tanto, en cuya memoria el pueblo de 25 de Mayo ha rendido su justo homenaje con el monumento levantado en el atrio de la Iglesia Nuestra Señora del Rosario.